Ya ha pasado un año, un año. Me parece que fue ayer cuando recibí
la llamada y se me paro el corazón. Ya se que hace más de un año de tu
accidente, pero hoy hace un año que me faltas. Como siempre entre nosotros nada
es normal ni siquiera un aniversario como este. Así fue siempre nuestra amistad,
extraña, a veces difícil, pero tan nuestra que nunca la compartimos con nadie.
No creo que te hubiera visto en todo este año, vivías a un océano
de distancia pero te sentía ahí a mi lado. Ahora lo que me queda es el vacío de
tu ausencia, de tu repentina perdida. Del fin de tu alegría, de saber que tu
sonrisa se ha perdido para siempre. Un vacío insoportable.
Un año que te fuiste y el golpe duele como el primer día. Más
aun, pues con el tiempo se ha mostrado la magnitud de la perdida. No podría
contar las veces que he querido llamarte en este año, las veces que he
necesitado oírte, las noches en vela recordándote, las lagrimas que debería
haber derramado pero ya no se como hacerlo.
Todavía te debo dos rosas, tú ya me entiendes. No puedo
soportar la idea de que ya no estés, de todo lo que te has perdido. Tu perdida
ha oscurecido un poco más mi vida.
Recuerdo tantas cosas… tantas risas, tantas caricias, tantos
abrazos. Esas noches impagables viendo una vez más “Arsénico por compasión” por
que alguna chica te había dejado. Siempre te reías como si nunca la hubieras
visto y a mi me encantaba que así fuera. Estabas tan guapa cuando te reías con
el pelo despeinado y la camiseta tres tallas más grande, apenas unos minutos después
de llorar en mi hombro tu soledad. La soledad más inmerecida que jamás nadie sufrió.
Mi preciosa Natalia que pronto te has ido, que injusta es la
vida.
Te hecho mucho de menos, te quiero mucho.
No te olvido.